El informe de inicio de curso presentado por Comisiones Obreras (CC OO) ha revelado un notable aumento en el número de estudiantes con necesidades específicas de apoyo educativo (NEAE), que se ha duplicado en los últimos seis años. A pesar de este incremento, los recursos destinados a atender a este alumnado no han crecido al mismo ritmo, lo que ha generado un debate sobre la «dificultad» y la «falta de medios» en las aulas. Sin embargo, es fundamental profundizar en este análisis y cuestionar si esta situación es realmente más complicada que en años anteriores.
La realidad es que el aumento en el número de alumnos identificados con necesidades específicas es, en sí mismo, una buena noticia. Este fenómeno no indica que haya más problemas, sino que el sistema educativo ha evolucionado y ahora es más eficaz en la detección de condiciones como la dislexia o el TDAH. Hace una década, muchos de estos casos pasaban desapercibidos, a menudo malinterpretados como falta de interés o vagancia. Hoy, un niño con dislexia puede ser reconocido y recibir el apoyo necesario desde su etapa en primaria, lo que representa un avance significativo en la protección y atención de los estudiantes.
La identificación de necesidades como oportunidad
Es crucial cambiar el enfoque de la conversación hacia las barreras que existen en los centros educativos, más que hacia la diversidad en sí misma. La identificación de un diagnóstico clínico no debe confundirse con la necesidad de apoyo educativo. Un alumno diagnosticado con TDAH, por ejemplo, no necesariamente requiere medidas extraordinarias si el centro aplica estrategias de organización adecuadas. Por el contrario, hay estudiantes sin diagnóstico que pueden necesitar adaptaciones metodológicas.
Las familias, en su búsqueda de un diagnóstico, a menudo enfrentan una angustia que no debería ser parte de su experiencia escolar. Lo justo sería que ningún padre o madre tuviera que luchar por el reconocimiento de derechos que deberían estar garantizados para todos los estudiantes. El currículo educativo debería ser flexible y accesible sin necesidad de un diagnóstico formal, y mientras esto no se logre, las familias seguirán cargando con una presión que no les corresponde.
La inclusión como derecho innegociable
Es importante reconocer que el alumnado con necesidades educativas siempre ha estado escolarizado; la diferencia es que ahora somos más capaces de identificarlo. Hablar de un «boom» de necesidades puede crear la falsa impresión de que estamos ante un fenómeno novedoso, cuando en realidad se trata de una mayor visibilidad de una situación que ha existido durante mucho tiempo. Esta visibilidad nos ofrece la oportunidad de planificar y ajustar las respuestas educativas de manera más efectiva.
La inclusión no debe ser considerada un lujo, sino un derecho innegociable. Sin embargo, el aumento en los diagnósticos ha ido acompañado de un incremento en la segregación de estudiantes en aulas o centros específicos de Educación Especial. Es legítimo y necesario reclamar más recursos, pero esta identificación de necesidades no debe ser utilizada como justificación para trasladar el trabajo realizado en las aulas a entornos especializados.
El papel del profesorado es crucial. Los docentes especialistas en materias como Matemáticas, Inglés o Lengua Castellana deben seguir siendo quienes impartan clases en aulas diversas, en colaboración con otros especialistas. Así, cuando escuchamos que «se duplican las necesidades», deberíamos interpretar que «hemos aprendido a ver más y mejor».
La calidad de un sistema educativo no sólo se mide por el conocimiento adquirido por su alumnado, sino también por la atención que se brinda a quienes más apoyo requieren. En definitiva, tener más alumnado identificado no es una amenaza, sino una oportunidad para construir una escuela que no deje a nadie atrás. Lo que necesitamos es aprender a convivir con la diversidad y transformar los diagnósticos sobre las capacidades individuales en diagnósticos de las barreras que enfrentan las aulas, algo que requiere tanto recursos como un firme compromiso político y pedagógico. Si cada diagnóstico se convierte en una puerta de salida, habremos fracasado en nuestra misión educativa.
David de la Rosa, orientador en el instituto público Cárbula de Almodóvar del Río, Córdoba, subraya la importancia de este enfoque, invitando a la comunidad educativa a reflexionar sobre cómo la identificación y la atención a la diversidad son fundamentales para una educación inclusiva y de calidad.
