En los últimos años, las redes sociales han adquirido un papel fundamental en la socialización de los jóvenes, convirtiéndose en una herramienta indispensable para su interacción diaria. La creciente conexión de los adolescentes, donde nueve de cada diez se conectan a internet varias veces al día, plantea importantes interrogantes sobre la brecha de género en el contexto digital y cómo esta afecta a las nuevas generaciones.
Empoderamiento y desigualdad en el mundo digital
Las plataformas digitales han servido como un altavoz para el empoderamiento de las mujeres, especialmente entre las más jóvenes. Movimientos como #MeToo y #YoSíTeCreo han encontrado en las redes sociales un espacio para aglutinar a mujeres y denunciar casos de abuso y discriminación. Estos entornos digitales han permitido la creación de recursos destinados a combatir la inseguridad y la discriminación, fomentando la colaboración en temas como la salud y la fertilidad.
Sin embargo, la diferencia en el uso de redes sociales por parte de niños y niñas es evidente. Los estudios indican que los chicos tienden a seguir contenidos relacionados con deportes y videojuegos en plataformas como YouTube, mientras que las chicas se inclinan hacia temas de moda, salud y belleza en Instagram y TikTok. Esta dinámica contribuye a una presión estética desproporcionada sobre las adolescentes, quienes a menudo ven sus cuerpos idealizados en un escaparate digital que resalta la apariencia física y busca la validación social.
Riesgos y estereotipos en el entorno digital
El impacto negativo de la exposición a estos estándares de belleza se traduce en problemas de salud mental, como la insatisfacción corporal y la baja autoestima, especialmente entre las mujeres. Investigaciones relacionan el uso de Instagram con un aumento en la insatisfacción corporal y cambios en los hábitos alimenticios. Además, el contacto con desconocidos en redes plantea riesgos adicionales, como el ciberacoso, donde, según datos del Instituto de las Mujeres, el 80 % de las mujeres ha experimentado situaciones de acoso online.
Este fenómeno ha dado lugar a un movimiento reaccionario conocido como la «machosfera», que se alimenta de discursos misóginos y antifeministas. La normalización de la violencia de género entre los jóvenes es alarmante; el 23 % de los chicos adolescentes considera que la violencia de género es un invento ideológico. Este entorno tóxico se ve reforzado por la falta de conocimiento sobre qué constituye un delito de odio, ya que el 43 % de los jóvenes no tiene claro que enviar mensajes de odio sea un delito.
En el ámbito de los videojuegos, aunque las mujeres representan alrededor del 47 % de los jugadores, muchas enfrentan acoso y descalificaciones por parte de sus compañeros. Esto lleva a algunas a ocultar su identidad femenina para evitar situaciones incómodas.
Por último, el acceso temprano a la pornografía también afecta las percepciones de los jóvenes sobre las relaciones. Estudios recientes muestran que muchos adolescentes, especialmente los chicos, exigen a sus parejas que reproduzcan lo que ven en el contenido pornográfico, perpetuando una visión distorsionada de las relaciones sexuales y afectivas.
Las evidencias recopiladas subrayan la necesidad de promover un uso crítico y responsable de las herramientas digitales entre niños y adolescentes, así como la importancia de involucrar a las familias y educadores en esta tarea. La educación sobre el uso ético de las redes sociales es crucial para combatir los estereotipos y las desigualdades que persisten en el entorno digital.
Este artículo se basa en una investigación publicada en la Revista Telos, de la Fundación Telefónica, y no refleja intereses comerciales por parte de la autora, Milagros Sáinz Ibáñez.
