Stellantis, uno de los principales grupos de automoción en Europa, ha cerrado el primer semestre de 2025 con unas pérdidas netas de 2.300 millones de euros, una cifra alarmante que refleja la grave crisis que atraviesa la industria automovilística en el continente. Este resultado contrasta drásticamente con las ganancias de 5.600 millones de euros que la compañía reportó en el mismo periodo del año anterior.
Las pérdidas se atribuyen a múltiples factores, incluyendo la disminución de ventas en Europa y Estados Unidos, los costes asociados a la retirada de ciertos modelos y los aranceles del 25% impuestos por la Administración Trump al sector automotriz. Según estimaciones del grupo, estos gravámenes han tenido un impacto de aproximadamente 300 millones de euros.
Los datos del segundo trimestre de 2025 muestran una caída del volumen de ventas en Europa de 50.000 unidades, lo que representa un descenso interanual del 6%, al pasar de 772.000 a 722.000 coches vendidos. Sin embargo, la mayor disminución se ha producido en Norteamérica, donde las ventas han caído un 25%, reduciéndose de 431.000 unidades en el segundo trimestre de 2024 a 322.000 en el actual.
Desafíos en la industria automotriz
La situación del sector automotriz europeo no es favorable, y Stellantis enfrenta retos aún mayores. A finales de 2024, el entonces CEO de la compañía, Carlos Tavares, presentó su dimisión en un contexto donde dos de sus marcas, Alfa Romeo y Maserati, se encontraban al borde de la quiebra. Antonio Filosa, quien había sido responsable de la marca Jeep, fue nombrado como su sucesor y comenzó una reestructuración profunda para redirigir el negocio del grupo.
La reestructuración que ha emprendido Filosa busca adaptarse a las nuevas realidades del mercado, incluyendo la transición hacia los vehículos eléctricos y la feroz competencia de los fabricantes chinos en Europa. Esta transformación es crucial para intentar revertir la tendencia negativa que afecta a Stellantis y al sector en general.
La combinación de la caída de ventas, los aranceles impuestos y la presión de una competencia cada vez más intensa han dejado a Stellantis en una situación precaria, lo que plantea interrogantes sobre su futuro en un mercado que requiere adaptaciones rápidas y efectivas.
A medida que la industria automotriz europea enfrenta estos desafíos, la respuesta de Stellantis y su capacidad para adaptarse determinarán su viabilidad en los próximos años.
