La democracia en Estados Unidos enfrenta una grave amenaza provocada por la combinación de la tecnología y la economía de libre mercado, un fenómeno que ha ido creciendo desde que Ronald Reagan impulsó este modelo en 1981, conocido como el Consenso de Washington. Esta tendencia ha derivado en una concentración alarmante de riqueza y poder político en manos de unos pocos, lo que se evidencia en la imagen de la toma de posesión del presidente electo rodeado de multimillonarios no electos.
Las innovaciones en tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han contribuido a un crecimiento económico que, paradójicamente, ha beneficiado a un pequeño grupo de empresas. Según el economista Jan Eeckhout y otros expertos, desde 1980 se ha producido un cambio significativo en la distribución de la renta en el país. Mientras muchas empresas no han visto crecer su poder de mercado, las grandes corporaciones han experimentado un aumento extraordinario en su influencia.
La desigualdad y su impacto en la democracia
La concentración del poder económico ha llevado a que las grandes empresas, denominadas «Superstars», dominen el mercado. Contrario a lo que se podría pensar, la competencia tecnológica no ha logrado debilitar su poder, ya que las empresas tienden a colaborar en proyectos conjuntos en lugar de competir. Esto se debe a que, aunque la colusión de precios es ilegal, la cooperación tecnológica es perfectamente legal y fomenta la acumulación de beneficios monopolísticos.
Estas dinámicas generan un efecto directo en la desigualdad económica, que a su vez alimenta una desigualdad política que socava los principios democráticos. La creciente riqueza privada otorga un poder privado desproporcionado, permitiendo que intereses particulares prevalezcan sobre la voluntad popular, que debería estar limitada al derecho al voto.
El modelo neoliberal rechaza cualquier programa público que actúe como red de seguridad, lo que ha llevado a una situación en la que los trabajadores menos cualificados ven amenazados sus empleos. La cadena de montaje del Ford T, introducida en 1913, creó empleos bien remunerados para trabajadores sin estudios superiores, a diferencia de la revolución digital actual que ha desplazado a estos trabajadores hacia empleos precarios o, en el peor de los casos, hacia la desesperación, un fenómeno que Anne Case y el Nobel Angus Deaton han denominado «muertos por desesperación».
Retos para restaurar la democracia
La elección de Donald Trump y el ascenso de movimientos populistas han evidenciado el daño que estas dinámicas han causado en la democracia estadounidense. Según el análisis de M. Kurz (2023), restaurar la democracia requiere alcanzar dos objetivos fundamentales: suprimir el poder privado concentrado y eliminar la desigualdad extrema que ha transformado a EE UU en una oligarquía. Asimismo, es crucial asegurar que los beneficios de la innovación y el crecimiento se distribuyan equitativamente.
Sin embargo, las diferencias ideológicas y políticas de las fuerzas que apoyaron a Trump hacen que el enfrentamiento sea casi inevitable. Independientemente del resultado, la tragedia subyacente es que los votantes de clase trabajadora que respondieron a sus mensajes seguirán siendo los grandes perdedores en este juego político y económico. La lucha por un futuro más equitativo y democrático está lejos de resolverse.
