La inmigración irregular en España se ha convertido en un tema candente que divide a la sociedad y provoca intensos debates políticos. La tensión entre diferentes ideologías se manifiesta en la percepción pública sobre los inmigrantes y su integración en un país que enfrenta desafíos económicos y sociales.
La primera vez que visité Burdeos, me sentí descolocado al observar las diferentes posturas sobre la inmigración. Por un lado, la izquierda aboga por la aceptación y la integración de los extranjeros, mientras que, por otro, la extrema derecha promueve políticas más restrictivas. Esta polarización se refleja en la actitud de partidos como Vox, que utiliza el miedo hacia los inmigrantes para ganar apoyo en las urnas, a pesar de que muchos de estos llegan buscando oportunidades.
Según diversas encuestas, el 73,4% de los españoles considera excesivo el número de inmigrantes en el país. Este dato resalta la creciente preocupación entre la población, que ve en la inmigración irregular un problema que no desaparecerá por mucho que se intente enmascarar con discursos de superioridad moral. La inmigración irregular no solo impacta en la seguridad, sino que también puede llevar a la frustración social y al aumento de tensiones, lo que, a su vez, alimenta el discurso xenófobo.
En este contexto, es fundamental entender que el perfil más común de inmigrante irregular es una mujer con hijos a su cargo, que a menudo trabaja en el servicio doméstico. Estas mujeres entran al país con visados de turista y, a medida que intentan regularizar su situación, se enfrentan a un laberinto burocrático que dificulta su integración.
La necesidad de regular la inmigración
Para evitar la creación de guetos y la fragmentación social, es imprescindible regular la inmigración de manera efectiva. Facilitar canales legales para quienes desean ingresar al país a través de vías oficiales podría ayudar a mitigar los problemas asociados a la inmigración irregular. A partir de aquí, es razonable esperar que quienes lleguen a España aprendan el idioma, conozcan la Constitución y se integren en la sociedad, respetando las leyes españolas.
Sin embargo, la retórica de algunos políticos, como Santiago Abascal, que intenta provocar el miedo hacia los extranjeros, no contribuye a una convivencia pacífica. La evidencia sugiere que los trabajadores inmigrantes generan un 25% del crecimiento del PIB nacional, lo que contradice la narrativa de que la inmigración es un lastre para la economía.
En Francia, el debate sobre la inmigración también está presente, con propuestas que buscan una inmigración más selectiva. Durante los Juegos Olímpicos, la interpretación de ‘La Marsellesa’ por Aya Nakamura, de origen maliense, sorprendió a muchos y se convirtió en un símbolo de la diversidad cultural en el país. Esto pone de manifiesto que la cuestión de la inmigración no solo es un desafío, sino también una oportunidad para enriquecer la sociedad.
El futuro de la inmigración en España
Mientras tanto, el PSOE y otros partidos de izquierda continúan promoviendo un discurso que, aunque bien intencionado, puede resultar peligroso en un contexto de creciente descontento social. Las soluciones deben basarse en el sentido común, estableciendo condiciones claras para la integración de los inmigrantes que deseen contribuir a la sociedad española.
Es crucial que la política migratoria se adapte a la realidad del país, reconociendo que la inmigración puede ser tanto un desafío como una oportunidad. La clave está en encontrar un equilibrio que permita a España beneficiarse de la llegada de nuevos ciudadanos, mientras se garantiza la seguridad y el bienestar de todos sus habitantes.
