La tensión entre Occidente y Rusia se intensificó este lunes durante una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, donde los países occidentales acusaron a Moscú de violar el espacio aéreo de Estonia con la incursión de tres cazas MiG-31 la semana pasada. Los principales representantes de Europa y Estados Unidos denunciaron esta acción como una escalada deliberada que pone en peligro la seguridad regional.
El embajador ruso, Dmitry Polyanskiy, desestimó las acusaciones, calificándolas de «histeria antirrusa» y burlándose de lo que describió como un «teatro del absurdo». En respuesta a las denuncias, líderes de países fronterizos como Polonia y Estonia subrayaron que la violación del espacio aéreo no es un hecho aislado, recordando incidentes similares en Polonia y Rumanía en el contexto de la actual ofensiva de Moscú en Ucrania.
Respuestas de Occidente y advertencias directas
Desde el inicio de la reunión, los ministros de Exteriores de varios países europeos se unieron para expresar su preocupación. Radosław Sikorski, ministro polaco de Exteriores, advirtió a Rusia: «No vengan a quejarse si Polonia derriba un avión o un misil la próxima vez que entre en nuestro espacio aéreo». Su homólogo estonio, Margus Tsahkna, añadió que «Rusia se ha convertido en una amenaza real para la paz y la seguridad globales».
La Unión Europea también se hizo presente en la discusión. La alta representante de la UE, Kaja Kallas, quien fue primera ministra de Estonia hasta 2024, acusó a Rusia de socavar los principios de las Naciones Unidas. Kallas describió la incursión en Estonia como «sin precedentes por su magnitud e imprudencia», subrayando que la situación es insostenible y que «Rusia seguirá provocando mientras se lo permitamos».
Reacciones y la postura de Rusia
El representante estadounidense, Mike Waltz, respaldó la posición europea, afirmando que los aliados defenderán «cada centímetro del territorio de la OTAN». Sin embargo, esta firmeza contrasta con las declaraciones del presidente estadounidense, Donald Trump, quien previamente había amenazado con no intervenir si otros miembros de la OTAN no cumplían con sus obligaciones. Waltz planteó dos escenarios inquietantes: la posibilidad de que Moscú busque ampliar la guerra o que haya perdido el control de sus fuerzas, afirmando que «cualquiera de las dos opciones es alarmante».
Rusia, por su parte, se mantuvo inflexible ante las acusaciones. Polyanskiy negó rotundamente que los cazas rusos hubieran violado el espacio aéreo estonio, argumentando que cumplían con los protocolos internacionales. Además, el viceembajador ruso acusó a Europa de haber cambiado su legado cultural por un «odio primitivo» hacia Rusia, y consideró que el continente se ha convertido en una «entidad paranoica e inestable».
En medio de esta escalada de tensiones, la comunidad internacional observa con inquietud el desarrollo de los acontecimientos, mientras que China se abstuvo de criticar a Moscú, instando a la moderación para evitar «malentendidos y errores de cálculo». La situación en el este de Europa se mantiene tensa y la posibilidad de un conflicto mayor sigue latente.