Pilar Aznar fue una figura clave en la microbiología española, destacándose en un contexto donde la presencia femenina en la ciencia era prácticamente inexistente. Nacida en Madrid en 1914, en el seno de una familia profundamente católica y artística, su vida fue un testimonio de cómo la fe y la ciencia pueden coexistir y enriquecerse mutuamente.
Una pionera en la investigación científica
En 1946, Aznar se convirtió en la primera mujer en obtener una plaza de científica sin docencia en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Este puesto exigía dedicación exclusiva y marcaba el inicio de su carrera investigadora en un momento en que la ciencia española buscaba consolidarse tras la Guerra Civil. Su especialización en microbiología la llevó a estudiar levaduras y bacterias, contribuyendo significativamente a la elaboración de productos como el vino de Jerez y otros procesos fermentativos de relevancia en la alimentación.
Desde su incorporación al CSIC, Aznar se integró en el Instituto de Microbiología General y Aplicada, donde su dedicación y capacidad le valieron reconocimiento. Fue fundadora de la Sociedad Española de Microbiología, contribuyendo a establecer las bases de esta disciplina en España. Su producción científica incluyó numerosas publicaciones en revistas especializadas, además de colaboraciones con organismos internacionales como la Oficina Internacional de la Viña y el Vino.
Fe y compromiso social
La vida de Pilar Aznar no se limitó a la ciencia; su fe católica fue un pilar fundamental en su existencia. Residiendo cerca de la Basilica del Cristo de Medinaceli en Madrid, visitaba diariamente esta imagen sagrada, reflejando su profunda espiritualidad. Estuvo vinculada a numerosas órdenes religiosas y movimientos laicales, como la Acción Católica, y realizó donaciones generosas para el sostenimiento de la Iglesia.
El contexto familiar de Aznar también influyó en su camino. Su abuelo, Francisco Gregorio Aznar, fue un renombrado pintor y profesor en la Real Academia de Bellas Artes, mientras que su padre y varios tíos se dedicaron a la arquitectura y las artes, lo que le proporcionó un ambiente propicio para su desarrollo intelectual.
El legado de Pilar Aznar es un recordatorio de que la investigación y la espiritualidad no solo pueden coexistir, sino que también pueden complementarse. Su vida es un ejemplo de cómo el conocimiento puede ser una forma de servicio, y su trabajo ha dejado una huella indeleble en la microbiología española.
A través de la donación de su archivo personal al Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC por parte de su sobrino, Joaquín Aznar Mendiola, su legado sigue vivo, inspirando a futuras generaciones de científicos y científicas. La trayectoria de Aznar no solo abrió puertas para las mujeres en la ciencia, sino que también cimentó el prestigio del CSIC en un momento crucial para la ciencia en España.
