Melissa, de 29 años, ha vivido con piebaldismo desde su nacimiento, una rareza genética que causa manchas despigmentadas en la piel y un característico mechón blanco. En una reciente entrevista para el programa de Antena 3, «Y ahora Sonsoles», Melissa compartió su experiencia de infancia marcada por comentarios despectivos. «Me llamaban ‘dálmata'», recordó.
El piebaldismo, un trastorno hereditario poco frecuente, se produce por una mutación en el gen Kit, que regula la distribución de los melanocitos, las células encargadas de producir la melanina, el pigmento natural de la piel, el cabello y los ojos. Esta mutación ocurre durante el desarrollo embrionario y, a diferencia del vitiligo, las manchas son estables y no progresan con el tiempo. Según especialistas, la piel afectada mantiene siempre las mismas áreas despigmentadas.
Una historia familiar de piebaldismo
Melissa proviene de una familia con una larga historia de piebaldismo. «Mi madre, mi abuelo, mi bisabuelo y mi tatarabuelo también lo tienen», explicó. Actualmente, tiene dos hijos; solo Leo, de 8 años, ha heredado esta condición. «Las manchas suelen ser visibles poco después del nacimiento. Cada niño al nacer tiene el mechón, y a los cuarenta días ya se aprecian las manchas», detalló.
A pesar de las dificultades, Melissa ha enfrentado su condición con valentía. «Siempre me he defendido sola», afirmó. Sin embargo, no olvida las crueles burlas de su infancia, como el día de su primera comunión, cuando la llamaban «dálmata» o «vaca». En comparación, Leo vive su experiencia de manera diferente. «Algunos niños me conocen desde pequeño, pero los más pequeños me preguntan qué me ha pasado», comentó.
Orgullosa de su singularidad
A pesar de las miradas curiosas y los comentarios despectivos, tanto Melissa como Leo no ocultan su condición. «Soy la que más manchas tengo de mi familia… y la que más las enseña», dijo con orgullo. Los médicos coinciden en que el piebaldismo no genera problemas de salud, aunque sí puede implicar una mayor sensibilidad al sol en las áreas despigmentadas. Por ello, se recomienda el uso de sombreros y cremas de alta protección.
Melissa concluye su relato con una reflexión: «Somos distintos a los demás», reafirmando su identidad y la de su hijo en un mundo que a menudo juzga superficialmente. Su historia es un recordatorio de la necesidad de empatía y comprensión hacia las diferencias.
