Los trastornos alimentarios tienen consecuencias que van más allá de la alimentación, afectando gravemente la salud física y mental de quienes los padecen. Un reciente estudio realizado por la Universidad de Manchester ha evidenciado que la anorexia, la bulimia y el trastorno por atracón no solo afectan la vida en el presente, sino que también dejan cicatrices durante años, incluso después de comenzar la recuperación. Publicado en la revista de acceso abierto BMJ Medicine, el estudio subraya la importancia de un apoyo continuado para quienes sufren estos trastornos.
Los investigadores han analizado registros médicos anonimizados del Clinical Practice Research Datalink, vinculando datos de episodios hospitalarios y certificaciones de defunciones de personas de toda Inglaterra entre 1998 y 2018. Aproximadamente 24 709 personas, de entre 10 y 44 años y diagnosticadas con un trastorno alimentario, fueron emparejadas por edad y sexo con hasta 20 personas sin estos trastornos, totalizando 493 001 individuos.
Impacto en la salud a largo plazo
El estudio revela que los trastornos alimentarios están relacionados con un aumento significativo en el riesgo de problemas de salud. Durante el primer año tras el diagnóstico, los pacientes con trastornos alimentarios tienen 6 veces más probabilidades de sufrir insuficiencia renal y casi 7 veces más probabilidades de ser diagnosticados con enfermedad hepática. Además, los riesgos de osteoporosis, insuficiencia cardíaca y diabetes también son alarmantemente elevados, alcanzando tasas de 3 a 6 veces mayores en comparación con la población general.
Los efectos negativos no se limitan a la salud física; también se extienden a la salud mental. Un año después del diagnóstico, el riesgo de depresión es 7 veces mayor y el de autolesiones se incrementa más de 9 veces. Estos riesgos permanecen elevados incluso cinco años después del diagnóstico, lo que enfatiza la necesidad de atención continua y especializada.
Consecuencias mortales
Los datos revelan que el riesgo de muerte por cualquier causa es considerablemente mayor durante el primer año tras el diagnóstico. En particular, el riesgo de muertes no naturales, incluyendo el suicidio, se multiplica por cuatro en este periodo. A los diez años, las cifras son igualmente preocupantes, con 95 muertes adicionales por cada 10 000 personas por todas las causas y 341 muertes adicionales por causas no naturales.
Los investigadores advierten que, aunque el estudio no incluye la gravedad de los trastornos alimentarios, los datos demuestran los efectos a largo plazo y la necesidad de un modelo de atención más cohesionado. Esto incluye tanto la atención primaria como la especializada, abarcando servicios de salud física y mental. Se hace un llamado urgente para concienciar a los profesionales sanitarios sobre estos efectos duraderos y la importancia de un seguimiento exhaustivo para ayudar en la recuperación de los pacientes.
En conclusión, el estudio de la Universidad de Manchester resalta la gravedad de los trastornos alimentarios y la necesidad de un enfoque integrado en su tratamiento, subrayando que la recuperación requiere un compromiso continuo y un sistema de apoyo robusto para abordar las complejidades de estos trastornos.
