Las olas de calor en los ríos están aumentando a un ritmo alarmante, cuadruplicando el incremento de las temperaturas atmosféricas. Este hallazgo, resultado de un estudio realizado por investigadores de la Universidad Estatal de Pensilvania, se centra en más de 1 400 cursos de agua en Estados Unidos y fue publicado en la revista PNAS. A pesar de que los datos provienen de territorio estadounidense, expertos europeos sostienen que el fenómeno es de alcance global.
El estudio revela que, entre 1980 y 2022, la duración de las olas de calor atmosféricas ha aumentado a un promedio de cuatro días, mientras que en los ríos este tiempo se ha incrementado hasta 7,2 días. La profesora Li, coautora de la investigación, explica que “el agua tiene mayor memoria térmica que el aire”, lo que significa que, una vez que un río se calienta, retiene el calor durante más tiempo, creando un efecto prolongado durante las olas de calor.
Impacto en la fauna y el ecosistema fluvial
Las consecuencias de este calentamiento son graves, especialmente para las especies que habitan en estos ecosistemas. La mayoría de los organismos acuáticos, como los peces, son ectotermos y sufren estrés térmico a partir de los 15ºC de temperatura del agua. Desde 1980, el número de días en que se han superado estas temperaturas críticas ha aumentado en 11,6 días de media, siendo algunas cuencas, como la de los Apalaches, aún más afectadas, con un incremento de 13,8 días.
Aunque los ríos no alcanzan aún las temperaturas extremas del aire, el aumento en la duración y frecuencia de las olas de calor es evidente. En promedio, los ríos experimentan 2,3 olas de calor al año, en comparación con 4,6 en la atmósfera. Sin embargo, la brecha se está cerrando, ya que ambas se están intensificando entre dos y cuatro veces más rápido.
Factores contribuyentes al calentamiento de los ríos
El cambio climático es el principal responsable del agravamiento de estas olas de calor, aunque también existen factores específicos que afectan a los ríos. La reducción de las precipitaciones de nieve y la sobreexplotación de los acuíferos impiden que los ríos se enfríen rápidamente. “A medida que la capa de nieve se reduce, los ríos no pueden amortiguar tan bien los golpes de aire caliente”, añade Li.
Además, las infraestructuras humanas, como las presas, también influyen en la duración de los eventos térmicos. El estudio revela que el número de embalses en ciertas cuencas está relacionado con la extensión del tiempo en que se experimentan estas olas de calor. Sin embargo, la agricultura podría tener un efecto mitigador, ya que la irrigación puede ayudar a enfriar las aguas ribereñas.
Investigadores de diferentes países europeos, como Italia, los Países Bajos y Suiza, han comenzado a estudiar el estrés térmico en sus ríos, observando que los ecosistemas acuáticos están sufriendo efectos devastadores tras las olas de calor. Por ejemplo, un estudio realizado en los ríos Doubs y Saona en Francia evidenció la desaparición de casi todos los moluscos tras la ola de calor de 2003.
La investigadora Luz Boyero, de la Universidad del País Vasco, destaca que «las modificaciones humanas, como las presas, tienen un papel importante» en las olas de altas temperaturas. Su propio trabajo, aunque enfocado en la descomposición de materia orgánica, confirma que los cambios climáticos y humanos están interrelacionados en el impacto sobre los ecosistemas fluviales.
El impacto de las olas de calor en los ríos podría tener repercusiones a largo plazo, alterando los ecosistemas y poniendo en riesgo la fauna acuática. La comunidad científica coincide en que es necesario un esfuerzo conjunto para entender y mitigar estos efectos, no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, donde las mediciones y estudios son aún insuficientes.
