La población mundial experimenta un notable aumento en su esperanza de vida, alcanzando cifras de 76 años en mujeres y 71 en hombres, según el último informe de la Carga Global de Enfermedades publicado en la revista The Lancet. Sin embargo, este panorama positivo se ve ensombrecido por un alarmante repunte en la mortalidad entre los jóvenes de Norteamérica y América Latina, impulsado principalmente por el suicidio y el abuso de drogas.
Este estudio, que abarca datos de más de 200 países hasta el año 2023, es la primera descripción global del estado de salud en un mundo postpandémico. A pesar de que la mortalidad ha disminuido y las enfermedades infecciosas han perdido protagonismo tras la crisis sanitaria de la COVID-19, el informe revela que las muertes por desesperación están afectando de manera desproporcionada a los jóvenes en regiones específicas.
Aumento de muertes por desesperación
Desde 2011, los jóvenes de Norteamérica y América Latina han visto un incremento notable en la mortalidad. En Estados Unidos, Canadá, México y Brasil, las tasas han aumentado casi un 32% entre los jóvenes de 25 a 29 años y un 50% entre aquellos de 30 a 34 años. Este fenómeno ha sido catalogado como muertes por desesperación y es atribuido a una combinación de factores económicos, sociales y psicológicos.
En particular, la epidemia de opiáceos en Estados Unidos ha sido devastadora, con un incremento del 30% en muertes por sobredosis entre 2019 y 2020, mientras que en 2022 se registró un récord de 111 029 fallecidos. Este contexto se agrava en América Latina, donde la violencia añade una dimensión crítica a la mortalidad, especialmente entre hombres jóvenes.
El doctor Jesús Adrián Álvarez, experto en salud pública, advierte sobre el impacto de altos índices de homicidio en la región, sugiriendo que, a pesar de las inversiones en salud, la violencia sigue acortando la vida de millones.
Desafíos globales en salud mental y enfermedades no transmisibles
El informe también destaca un crecimiento alarmante en los trastornos de salud mental, con muertes y discapacidades asociadas a la ansiedad y la depresión que han aumentado un 63% y un 26% respectivamente desde 2010. Según los investigadores, este auge puede estar relacionado con factores como el uso de redes sociales, el ciberacoso y el aumento del coste de vida.
Además, las muertes vinculadas a condiciones como la diabetes y el consumo de drogas han crecido, con un aumento del 6% en muertes relacionadas con la exposición ambiental a frío y calor desde 2013. La transición de enfermedades infecciosas a no transmisibles plantea una preocupación urgente, especialmente en países de ingresos bajos y medios, donde la velocidad de este cambio es alarmante.
El director del Instituto para la Medición y Evaluación de la Salud (IHME), Christopher Murray, subraya la necesidad de que los líderes mundiales respondan de manera rápida y estratégica a estas tendencias inquietantes que están redefiniendo las necesidades de salud pública.
A pesar de los avances en la salud global, los países más pobres continúan enfrentando desafíos significativos. Por ejemplo, en España, Italia o Francia, la esperanza de vida supera los 85 años, en contraste con los 66 y 62 años en el África subsahariana. Esta disparidad resalta la coexistencia de enfermedades transmisibles y no transmisibles en las zonas más deprimidas, lo que complica aún más la situación.
El epidemiólogo Jaume Marrugat ha expresado su preocupación por el riesgo de retrocesos en la mejora de las enfermedades transmisibles debido a la falta de políticas que fomenten la vacunación. “Ha costado mucho tiempo y esfuerzo lograr avances en salud, y la posibilidad de que vuelvan a aumentar las tasas de estas enfermedades es angustiante”, concluye.
