La Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica de Educación (Lomloe) está en su tercer año de implementación, pero su aplicación enfrenta serias dificultades, especialmente por la resistencia de parte del profesorado. Según varios docentes y directores consultados, la ambiciosa propuesta de la ley ha encontrado un lastre en la falta de formación y en la complejidad de los nuevos elementos que introduce, lo que ha llevado a que muchos educadores no crean en su efectividad.
Retos en la implementación de la Lomloe
Rosa Rocha, directora del IES Guadarrama en la Comunidad de Madrid y presidenta de Adimad, señala que a pesar de algunos cambios en las asignaturas y su organización, «no se están produciendo grandes cambios». Esta percepción refleja la experiencia acumulada durante los cuatro años desde que la ley comenzó a aplicarse en las aulas.
Jorge Delgado, director del colegio Blas Infante en Écija, argumenta que la nomenclatura utilizada en la Lomloe, como el cambio de «indicadores» a «criterios», ya provoca descolocación entre el profesorado. Por su parte, Óscar Martín Centeno, director del CEIPS Santo Domingo de Algete, destaca que para gestionar el cambio de modelo educativo propuesto por la ley es esencial una formación adecuada del profesorado y la implementación de mecanismos claros para desarrollar las situaciones de aprendizaje.
Las situaciones de aprendizaje son uno de los aspectos más complejos de la Lomloe, ya que buscan acercar la enseñanza a la realidad del alumnado. Sin embargo, su correcta aplicación requiere un tiempo de preparación considerable, algo que muchos docentes no pueden permitirse en un horario laboral apretado, lo que limita su implementación efectiva.
La evaluación y la repetición de curso
Un tema que ha generado cierta uniformidad es el manejo de la repetición de curso. La Lomloe ha desvinculado la promoción del número de suspensos, dejando la decisión en manos del profesorado, lo que ha llevado a debates acalorados en los claustros. Según Rocha, se ha visto una reducción lenta pero continua en el número de estudiantes que repiten curso, aunque esto introduce un grado de subjetividad en la evaluación, ya que lo que es suficiente para un grupo puede no serlo para otro.
Martín Centeno también menciona que la evaluación por competencias, que busca aplicar una práctica evaluadora continua, ha sido un desafío tanto para los docentes como para las familias, que a menudo no comprenden cómo se determina la nota final de sus hijos. Esta complejidad genera un sobreesfuerzo que, aunque es más cercano a la realidad del alumno, puede resultar confuso.
La carga burocrática es otro de los factores críticos que han acompañado la implementación de la Lomloe. Con cada nueva ley, se exige a los docentes rehacer las programaciones anuales, lo que aumenta significativamente la carga de trabajo. Martín Centeno explica que la creación de situaciones de aprendizaje requiere una documentación exhaustiva, lo que puede consumir tiempo que idealmente se podría dedicar a la enseñanza.
En cuanto al reparto equitativo del alumnado, uno de los pilares de la Lomloe, la situación no ha cambiado de manera significativa. Según Delgado, en Andalucía no se ha logrado un reparto más equitativo entre la educación pública y la privada concertada, y esto es un problema que persiste en otras comunidades. Rocha y Solano coinciden en que no han observado cambios significativos en esta área, lo que indica que el objetivo de la ley de eliminar la segregación en las escuelas no se ha cumplido.
Las opiniones de los educadores reflejan un panorama mixto sobre la Lomloe: aunque algunos aspectos de la ley han comenzado a ser asimilados, la falta de formación adecuada y los retos organizativos siguen limitando su impacto en el aula. La implementación de esta ley ambiciosa requiere un compromiso renovado para garantizar que los cambios deseados se traduzcan en mejoras reales en la educación española.
