El sistema de oposiciones para acceder a la docencia en España ha suscitado un intenso debate, especialmente en torno a la evaluación de las formas y la corrección lingüística. Este proceso, vital para seleccionar a futuros educadores, no puede basarse únicamente en criterios de perfección técnica, ya que podría dejar fuera a docentes con un gran potencial por errores menores.
Evaluación desproporcionada
La invalidación total de un candidato por un defecto de forma plantea serias dudas sobre la proporcionalidad del criterio utilizado. La exigencia de que un docente escriba con corrección es innegable, pero la lógica pedagógica sugiere que la evaluación debería centrarse en la capacidad real del aspirante para enseñar. Preguntarse qué se está valorando realmente es crucial: ¿es más importante un título en un papel que una propuesta didáctica brillante?
Numerosos casos surrealistas han puesto de manifiesto esta problemática. Candidatos que han conseguido plaza, pero que han sido descalificados por presentar una programación con un membrete incorrecto, o aquellos que olvidan firmar en un rincón del folio, se enfrentan a situaciones que parecen más un capricho administrativo que una evaluación justa de sus competencias. La cuestión no es si los errores son importantes, sino si su peso en la evaluación es proporcional a la calidad de las propuestas pedagógicas presentadas.
Un sistema más justo y coherente
Desde hace años, se demanda un modelo de acceso a la docencia que sea más equitativo y alineado con la realidad educativa. Este sistema debería evaluar competencias reales en el aula, valorando la experiencia y la vocación, y penalizando el desconocimiento, pero no de manera que aplaste el talento docente. Es esencial diferenciar entre errores graves y descuidos menores, aplicando descuentos razonables y proporcionales.
La función del docente va más allá de escribir sin errores; implica enseñar, motivar y transformar el clima del aula. Un opositor que demuestra su habilidad para dominar el temario y presentar propuestas innovadoras no debería ser excluido por una falta puntual en la escritura. La tilde que hoy puede apartar a un docente brillante, podría impedir que el sistema educativo cuente con los mejores profesionales en las aulas, donde la enseñanza y el aprendizaje son lo verdaderamente fundamental.
