La Comisión Europea ha aprobado en junio de 2025 la Estrategia Europea de Resiliencia Hidráulica, un plan destinado a abordar la creciente crisis del agua en Europa, donde el cambio climático y el crecimiento demográfico amenazan la seguridad hídrica de millones de personas. Este desafío es especialmente acuciante en el sur del continente, donde se estima que la disponibilidad de agua podría reducirse hasta un 40 % en algunas cuencas hidrológicas, como es el caso de España.
Las proyecciones indican que si la temperatura global aumenta 1,5 °C, el número de europeos que vive en condiciones de escasez de agua podría aumentar de 51,9 millones a 64,6 millones, mientras que en España, este número podría pasar de 22,4 millones a 32,7 millones. Las inundaciones, por otro lado, son el desastre natural más frecuente en Europa, afectando a una décima parte de la población urbana del continente.
La nueva estrategia se articula en tres ejes principales: restaurar y proteger el ciclo hidrológico; impulsar una economía hidrointeligente que combine competitividad y sostenibilidad; y garantizar el acceso universal a agua limpia y asequible. Así, Europa reconoce que el agua ya no puede considerarse un recurso garantizado, sino que requiere planificación, inversión y una respuesta conjunta y solidaria.
Desarrollo y ejecución de la estrategia
La Estrategia Europea de Resiliencia Hidráulica incluye un programa de acción que combina nuevas regulaciones, planificación a largo plazo y desarrollo tecnológico. Su verdadero valor radica en su capacidad para articular políticas y acciones multisectoriales, integrando la gestión del agua más allá del ámbito medioambiental. Sector agrícola, industrial, energético, de transporte y urbanismo deben trabajar de manera coordinada para reducir la presión sobre los recursos hídricos, fomentar el uso eficiente y promover la circularidad.
Esta iniciativa representa un avance importante en la gobernanza del agua, reconociéndola como un bien común esencial para la salud pública, la seguridad alimentaria y la competitividad económica. Sin embargo, su éxito dependerá de cómo se afronten varios obstáculos estratégicos, institucionales y técnicos.
Retos en la implementación
Uno de los principales retos que enfrenta la estrategia es la naturaleza no vinculante de algunos de sus objetivos, como la meta de reducir el consumo de agua en un 10 % para 2030. La fragmentación institucional y legislativa de la Unión Europea también complica la coherencia en su aplicación, ya que las directrices europeas deben traducirse en políticas nacionales coordinadas, y la capacidad administrativa varía entre los países miembros.
El desafío financiero representa otro reto significativo, dado que la Comisión Europea estima que se requerirán 23 000 millones de euros anuales para modernizar infraestructuras y fomentar la reutilización del agua. Asegurar inversiones sostenidas, tanto privadas como públicas, exigirá mecanismos financieros robustos y confianza regulatoria.
Para que la estrategia cumpla su propósito, es vital fortalecer la gobernanza multinivel, asegurar financiación sostenible, fomentar colaboraciones público-privadas y adaptar las acciones a la diversidad regional. Con un clima cada vez más extremo y sistemas hídricos frágiles, solo un enfoque coherente, participativo y con una sólida base financiera podrá consolidar la resiliencia hídrica en toda Europa.
María Molinos Senante, experta en gestión del agua, ha declarado que no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha afirmado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.