La historia de Lucía García, una niña de tan solo ocho años diagnosticada con un tumor cerebral agresivo conocido como glioma difuso intrínseco del tronco encefálico (DIPG), ha dejado un impacto significativo en la investigación de esta enfermedad devastadora. Aunque Lucía falleció un año después de su diagnóstico, su legado perdura a través de las muestras de su tumor, donadas por su familia, que están abriendo nuevas vías en la lucha contra este tipo de cáncer que afecta principalmente a niños.
El DIPG es un cáncer raro, con apenas una veintena de casos diagnosticados anualmente en España, y se caracteriza por su capacidad para evadir el sistema inmune y resistir todos los tratamientos disponibles. Según Ángel Montero, jefe del grupo de tratamiento del cáncer pediátrico en el Instituto de Investigación Sant Joan de Déu de Barcelona, las muestras del tumor de Lucía han sido cruciales para entender la agresividad de esta enfermedad y para justificar ensayos clínicos relacionados.
Avances en la investigación del DIPG
Investigaciones recientes publicadas en la revista Neuro-Oncology Advances revelan que el DIPG refuerza los vasos sanguíneos a su alrededor, creando una barrera casi impenetrable para los tratamientos. Las células tumorales secretan proteínas que las camuflan del sistema inmunológico, lo que complica aún más la lucha contra esta enfermedad. Montero destaca que el tumor de Lucía ha sido utilizado en aproximadamente 40 o 50 laboratorios en todo el mundo, lo que refleja su importancia en la investigación científica.
La historia de Lucía comenzó con dolores de cabeza persistentes, que llevaron a sus padres a buscar atención médica. Tras una resonancia magnética, se confirmó la presencia del tumor, y el médico les informó de la gravedad de la situación: “No hay tratamientos curativos y la esperanza de vida tras el diagnóstico es inferior a dos años”, explica Andrés Morales, director asistencial del Pediatric Cancer Center del mismo instituto.
Lucía fue sometida a múltiples tratamientos, incluidos quimioterapia y radioterapia, así como a un ensayo clínico que incluía una vacuna antitumoral experimental. Sin embargo, los hallazgos muestran que, a pesar de los esfuerzos, los tumores finales permanecen vacíos de células inmunitarias, lo que indica que los tratamientos no lograron penetrar con eficacia. “Los tumores iniciales están muy vacíos de células inmunitarias y los tumores finales persisten vacíos de células inmunitarias”, señala Montero, enfatizando la necesidad de nuevos enfoques.
Esperanzas en la investigación y el futuro
A pesar de las dificultades, Montero se muestra optimista ante los recientes descubrimientos que han identificado dos posibles dianas terapéuticas. “La terapia antiB7H3, considerada una inmunoterapia, tiene mucho futuro”, indica. Esta investigación abre la puerta a nuevas oportunidades para atacar el tumor y mejorar las opciones de tratamiento.
Los padres de Lucía, Alfonso García y Noelia Gómez, mantienen la esperanza de que su legado ayude a otros en el futuro. García expresa: “Como padre, te quedas impotente. Esto, al menos, es algo. Y piensas que si no nos ha servido a nosotros para no perder a nuestra hija, al menos, que sirva para otras familias en un futuro”.
El impacto de Lucía se extiende más allá de su historia personal. Su hermano, Sete, que en aquel momento tenía diez años, se ha interesado por la ciencia y actualmente estudia biotecnología. La historia de Lucía y su valiosa contribución a la investigación continúan inspirando a nuevos investigadores y aportando esperanza en la lucha contra el DIPG.
