La investigación sobre el trauma y su posible transmisión entre generaciones ha cobrado nueva relevancia en la comunidad científica. Un caso extremo ayuda a ilustrar esta problemática: una adolescente gazatí que presencia la muerte de su familia durante un bombardeo y, años después, da a luz a un bebé que entrega en adopción. Este niño, criado en un entorno amoroso, ¿podría aun así experimentar ansiedad o depresión sin conocer el sufrimiento de su madre biológica? Esta pregunta se enmarca en un debate más amplio sobre la herencia de las secuelas traumáticas, tanto a nivel psicológico como fisiológico.
La ciencia detrás del trauma intergeneracional
Investigaciones recientes sugieren que el trauma puede provocar cambios epigenéticos en quienes lo sufren. La epigenética se ocupa de cómo se expresa el ADN en función de factores ambientales, y esos cambios podrían, en teoría, ser heredados. Según Isabelle Mansuy, directora de un laboratorio en la Universidad de Zúrich, “no es el trauma lo que se transmite, sino sus efectos”. Este matiz es crucial, ya que el término «trauma intergeneracional» puede inducir a confusión, aunque es común en la literatura y entre profesionales de la salud mental.
La psicóloga Ana García Gómez también señala que hay una tendencia a banalizar el concepto, utilizando argumentos que pueden no estar fundamentados en evidencia científica. Este enfoque puede llevar a interpretaciones erróneas sobre cómo el trauma de una generación afecta a la siguiente. En este contexto, es importante distinguir entre los efectos directos del trauma y las influencias culturales o educativas que también pueden jugar un papel significativo.
Investigaciones en animales y su relevancia
A pesar de la escasez de pruebas definitivas en humanos, la investigación en modelos animales ha mostrado resultados prometedores. En estudios con ratones, se han observado cambios epigenéticos en el esperma de machos expuestos a estrés intenso. Estos cambios pueden ser transmitidos a su descendencia, manifestándose en síntomas como depresión y problemas de memoria. Mansuy destaca que, aunque hay evidencia en ratones, “prácticamente no sabemos nada sobre la transmisión epigenética de las consecuencias del trauma en humanos”.
Además, se ha encontrado que las manifestaciones físicas del trauma también pueden ser heredadas, como un corazón hipertrofiado o un sistema inmunológico debilitado. Sin embargo, Rachel Yehuda, reconocida por sus investigaciones sobre el trauma en sobrevivientes del Holocausto, ha sido criticada por la interpretación de sus hallazgos. Mansuy advierte que “sus conclusiones se han exagerado muchísimo”, subrayando la necesidad de un enfoque más cauteloso en la interpretación de los datos.
La profesora Neetje van Haren de la Universidad de Róterdam también investiga la herencia parental en trastornos mentales, encontrando que la probabilidad de desarrollar esquizofrenia o depresión severa aumenta en un 60-70% si los padres han padecido estas enfermedades. Sin embargo, aclara que el componente biológico detrás de este riesgo sigue siendo en gran parte desconocido.
El camino hacia la sanación
A pesar de la complejidad y las incertidumbres en torno a la transmisión del trauma, hay esperanza. El neuropsiquiatra Jorge Barudy, con décadas de experiencia en el tratamiento de familias afectadas por torturas durante las dictaduras chilena y argentina, ha desarrollado la traumaterapia sistémica. Barudy sostiene que “una persona bien tratada y cuidada tiene muchas posibilidades de desarrollarse saludablemente, aunque sus progenitores hayan vivido experiencias dolorosas”.
La epigenética constructiva, ligada a “los buenos tratos en la red socio-afectiva”, ofrece una vía para revertir las secuelas del trauma, como ha demostrado Mansuy en sus experimentos con ratones. Cuando estos animales son colocados en un “ambiente enriquecedor”, los síntomas postraumáticos tienden a desaparecer, sugiriendo que la sanación es posible y que los legados de dolor pueden ser interrumpidos.
El entendimiento de cómo se transmiten las secuelas del trauma, y la posibilidad de sanación, se convierte en un desafío y una oportunidad para la ciencia y la salud mental. La investigación continúa, buscando desentrañar los misterios de la herencia del trauma y la resiliencia humana ante los efectos de experiencias profundamente dolorosas.