Un reciente estudio ha puesto de manifiesto que cada adulto consume aproximadamente 250 gramos de microplásticos al año, lo que equivale a un plato entero de plástico. Esta alarmante cifra, que proviene de una investigación liderada por la Universidad de Tecnología de Sídney junto con la Universidad de Auburn en Estados Unidos, destaca la creciente preocupación sobre el impacto de estas partículas en la salud humana, especialmente en el cerebro.
Los microplásticos se encuentran en diversos alimentos, incluyendo mariscos, sal, productos procesados y en el polvo doméstico, así como en el agua y en la ropa sintética. El profesor Kamal Dua, coordinador del proyecto, explica que estas partículas pueden acumularse en órganos vitales, incluido el cerebro, donde podrían tener efectos devastadores.
Impacto en la salud cerebral
La investigación ha identificado cinco vías principales a través de las cuales los microplásticos afectan negativamente al cerebro. Estas incluyen la activación de las células inmunitarias, el aumento del estrés oxidativo, la alteración de la barrera hematoencefálica, el daño mitocondrial y la afectación neuronal. Según Dua, «los microplásticos debilitan la barrera hematoencefálica, volviéndola más permeable, lo que provoca una respuesta inmunitaria dañina en el cerebro».
Además, el estudio revela que los microplásticos incrementan la producción de especies reactivas de oxígeno, las cuales pueden causar daño celular. Este efecto se suma a la interferencia en la producción de energía por parte de las mitocondrias, lo que resulta en una disminución del ATP, esencial para el funcionamiento celular. «Esta falta de energía puede debilitar la actividad neuronal y, en última instancia, dañar las células cerebrales», añade Dua.
Consecuencias para enfermedades neurodegenerativas
Los hallazgos son preocupantes, ya que sugieren que los microplásticos podrían estar vinculados a un aumento en la incidencia de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson. En el caso del Alzheimer, se ha observado que estas partículas pueden fomentar la acumulación de proteínas beta-amiloide y tau, mientras que en el Parkinson, contribuyen a la agregación de α-sinucleína que daña las neuronas dopaminérgicas.
A pesar de la evidencia que sugiere un impacto negativo de los microplásticos en la salud, los investigadores subrayan la necesidad de realizar más estudios para establecer un vínculo directo. Mientras tanto, recomiendan tomar medidas preventivas para reducir la exposición a estas partículas. «Es fundamental cambiar nuestros hábitos: evitar el uso de recipientes de plástico, optar por fibras naturales en lugar de sintéticas y consumir menos alimentos procesados», aconseja Keshav Raj Paudel, otro de los investigadores implicados en el estudio.
Los autores del estudio esperan que sus hallazgos contribuyan a la formulación de políticas ambientales que limiten la producción de plástico y mejoren la gestión de residuos, con el objetivo de mitigar los riesgos a largo plazo para la salud pública. La contaminación por microplásticos es un problema complejo que requiere una respuesta urgente y coordinada.
